EL ASALTO IMPERFECTO
El asalto imperfecto Punta Camarones era un poblado de pescadores, pequeño pero presuntuoso. Sus pocas casas, humildes y alineadas sobre una calle polvorienta junto a la playa, contrastaban con el hotel. Alto y fastuoso, permanecía siempre vacío. Construido originalmente para un futuro de hipotético esplendor, se erguía ahora como un gigante solitario vigilando el poblado. A su lado, el edificio del banco, donde los hacendados de la región depositaban sus fortunas, ostentaba arcadas francesas y escaleras de mármol. Más atrás, la cárcel de piedra con ventanejos surcados por barrotes, parecía una fortaleza, más destinada a los anarquistas, que a los borrachos que, a veces, recogía la policía. En Punta Camarones todos se conocían desde siempre. Ocasionalmente recalaba algún lugareño que alquilaba un cuarto en épocas de pesca, pero la llegada de forasteros no era bienvenida en el pueblo. Fue por ese entonces que un periodista que recorría las costas en busca de un lugar idílico, ...