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Mostrando entradas de mayo, 2020

El gran Messi

El gran Messi “Si quieres ser un héroe, prueba en Katmandú” (un cuento sin pretensiones..) El hombre giró sobre el camastro liberando un vaho pestilente de alcohol y orines que invadió el recinto; a su lado, un anciano envuelto en una túnica hablaba desvariando, hacia una ventana miserable, por donde se colaba la luz titilante de una vela. Enzo, asustado, se arrinconó en el otro extremo, se apoyó luego en las rejas y llamó a gritos a los guardias, pero estos no aparecieron. Desalentado, se sentó en cuclillas y, por temor a los truhanes que lo habían perseguido y a los policías que lo habían encerrado, permaneció despierto a esperar la mañana. Con las primeras luces, escuchó la puerta y la cháchara de los oficiales que tomaban su turno. Enzo tomó el jarro de metal que le habían dejado y comenzó a golpearlo contra las rejas. Enseguida apareció uno de los policías, se paró frente a él y sin decir palabra hizo un gesto inquisidor. “¿Por qué me encierran?! ¡Yo no hice nada!” recla...

El vado

El vado (*) “Es río arriba, atrás del remanso”, dijo mi hermano Gastón, con esa seguridad que, aún en el error, lo acompañaría durante toda la vida. “¡No!, es donde termina la playita”, porfié, incorporándome apenas y señalando las barrancas desde donde se desprendían las flores de guayaba, casi tocando la corriente rojiza del Bermejo. “¿Y a vos quién te contó eso?”, preguntó Gastón. Mincho me lo dijo, él los vio cruzar las vacas por allí, contesté. “¡Mincho no sabe nada!”, acotó fastidiado Gastón. “… sabe nada...sabe nada” repitió el barranco, como reafirmando las palabras de mi hermano. El río era nuestra escapada favorita durante las largas siestas de mis padres. Pasábamos horas interminables allí armando y desenredando las líneas para los surubíes, mientras nos tentábamos inevitablemente con la idea de cruzarlo y alcanzar un panal de cabichuíes que veíamos mecerse al alcance de la mano sobre la playa. Encajonada entre los árboles, la corriente se filtraba bajo la playa, i...

La violación

La violación Pareciera normal que dos desconocidos se encuentren y conozcan; y sin embargo, es un hecho asombrosamente fortuito. El instante es tan preciso que un pequeño movimiento en el tiempo o el espacio solo permitiría una visión fugaz, y un desfasaje mayor los dejaría tan lejos que jamás podrían conocerse. Se necesitan millones de eventos engarzados unos tras otros para que coincidan en esa casualidad enorme que los coloca a veces muy lejos y otras tan cerca que podrían adentrarse en el alma de cada uno. Éramos dos desconocidos sin historias ni pasados comunes y sin embargo, en un momento preciso de esa vastedad junto al mar, que es apenas un punto en el universo, nuestras vidas se cruzaron.   Atrapado por el océano, con el sonido de las olas abrazando las rocas, mis días se repetían monótonos. Sin embargo, esa vez fui una luz para quien hoy se desvanece en el recuerdo. Cerré los ojos debido a la arena que arrastraba el viento y mientras ataba los lazos de una red, ...

La puerta en la piedra

La puerta en la piedra Enzo tomó el largavista, miró hacia donde señalaba Adrien y recorrió la roca que emergía sin límites hacia el cielo. Buscó inútilmente alguna imperfección en la ladera que abrupta e imponente, surgía custodiando al Himalaya “¡No la veo!”, exclamó rendido; Odette le tomó las manos y orientó el binocular hacia el centro de la roca; “por ahí”, dijo “¡está por ahí!” Llevaba dos días rodeando el Himalaya y tal vez le llevaría un día, o más, alcanzar el monasterio en Dingboche. “La travesía es sencilla”, le dijeron; sin embargo, a poco de andar comprendió que estaba perdido. Durante la noche el frío había sido intenso, y ahora, mientras ascendía lo sentía más y más. Con la llegada del crepúsculo el aire se hizo gélido y los dedos le dolían. Armó la carpa e intentó hacer fuego, pero las ramas mojadas se lo impidieron. Sin nada para calentarse seguro que no podría dormir. Observó sus nudillos morados y las gotas que empezaban a congelarse en su nariz; aterido, se...