La guerra roja
La guerra roja Si hay un Dios, no es como lo imaginamos Los seis guerreros rojos se movieron rápido sobre el lecho de hojarasca húmeda ignorando el vaho insoportable que impregnaba el túnel. Avanzaron hacia las nidadas grandes casi sin tocarse, rozando apenas sus armaduras. De pronto detuvieron la marcha para evaluar los destrozos: miles de cuerpos traslúcidos reptaban lacerados entre criaturas que se descomponían sumergidas en las hojas. Esgrimiendo sus penachos de color formaron un círculo y, como en un ritual, se desplegaron contactando sus antenas. Bastó un leve roce para que toda la información recabada quedara compartida en sus cerebros. De allí en más sus movimientos devendrían del mismo acervo de datos. Los brigadistas se alinearon y reiniciaron la travesía. Armados con sus tijeras y punzones, formaron en ángulo y marcharon esquivando los restos inermes y los muertos; cuerpos seccionados aun deambulaban hasta toparse con las paredes. El grupo avanzó veloz hasta donde el...