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Mostrando entradas de julio, 2020

Malaqué, un pueblo en cuarentena

    Malaqué, un pueblo en cuarentena Malaqué era un pueblo en una isla minúscula, donde el sol quemaba en el invierno y abrasaba aún más en el verano. Para algunos, su único atractivo eran los olivares.  Impulsados por la soledad que les imponía el río, los malaqueños eran huraños y socializaban poco entre ellos y menos aún con los pobladores de San Agustín, dónde accedían cruzando el río de cuando en cuando, y solo para las compras de subsistencia. Cuando empezó la peste en Malaqué, todos corrieron a sus casas y se encerraron en cuarentena a esperar a que pasara. El médico en la sala de asistencia dijo lo que se acostumbra cuando el diagnóstico es incierto, “es un virus”, y en este caso, …lo era. Lo cierto es que en ese pueblo solitario la calamidad se expandió y a los pocos días casi todos mostraban unas pústulas que daban escalofríos de tan solo mirarlas, pero a nadie le importó porque como decían allí, “mal de muchos…”  Tampoco importó a los políticos, qu...

La Sospecha

La sospecha La música funcional se interrumpió de golpe: “Tin, tan, tin, tan; señores pasajeros hemos iniciado el descenso hacia la ciudad de Buenos Aires, la hora local indica las siete en punto, la temperatura es de dos grados centígrados y el cielo está cubierto con lloviznas”; “ ladies and gentlemen, we have …”   El sonido inquietante del tren de aterrizaje crujiendo bajo las alas y la inclinación súbita del aparato dando una vuelta cerrada sobre el rio lo despertaron. Pese al trato afable de las azafatas de la línea escandinava apenas había podido dormir. Mario enderezó las piernas intentando sin éxito divisar las luces de la ciudad por la ventanilla. De pronto, después de treinta y dos años, allí estaba de nuevo, a un par de minutos de aterrizar donde había jurado no volver. Las imágenes de aquella mañana de antaño se abrían vívidas y las dudas que lo habían asaltado en esos años le caían ahora con una intensidad inusitada. No cabe duda, Facebook tiene esa virtud: de...

El testigo

El testigo A pie, cubiertos de polvo, los dos hombres apuraron la marcha hacia el cañadón. Más atrás, arrastrada por una soga atada a las manos, casi a la carrera, los seguía la joven enredando sus piernas en la pollera. El dolor de las ampollas abiertas le dificultaba apoyar los pies; la cuerda le quemaba las manos y la sed le obnubilaba a mente. El cañadón está lejos, tardarán en llegar, pensé, tengo tiempo.   Guillermo Altamirón era un matón de pocas palabras. Miró hacia atrás para observar por qué se detenía la joven y pudo ver que la sangre le teñía las zapatillas. Pese a ello, ignoró el padecimiento y le dio un tirón que la hizo trastabillar.   Encarnación era una bella joven que abandonaba recién su adolescencia. Habitaba una casa junto al río y quizás hubiese seguido una vida tranquila y sin sobresaltos, pero varios hechos desafortunados súbitamente sellaron su destino. Fue mala suerte el haber ido esa tarde a caminar a la vera del río justo a las tres de la tard...