LOS JÓVENES FRENTE AL CAMBIO CLIMATICO

 

LOS JÓVENES FRENTE AL CAMBIO CLIMATICO: UN DESAFÍO POR LA SUPERVIVENCIA DE LA HUMANIDAD

Luis Politi, 13.3.2025

 

La crisis ambiental que enfrenta actualmente la humanidad caracterizada por el calentamiento global, la deforestación, la eliminación masiva de especies animales y vegetales y la acumulación de plásticos y microplásticos en los ecosistemas, entre otros, son los efectos visibles de las dificultades que han colocado a nuestra especie al borde de su extinción.

El deterioro ambiental originado durante la revolución industrial en el siglo XVIII y que entrara recientemente en una espiral incontrolada es de una magnitud sin precedentes. Una de las causas del desastre, el calentamiento global, no es debida a las oscilaciones naturales de la temperatura, cuyos ciclos abarcaron milenios, como los ocurridos durante la última glaciación, sino a cambios abruptos adjudicables a las acciones humanas más recientes. Aunque la responsabilidad de estos desarreglos nos compete a todos, los mayores contribuyentes de estos desequilibrios son las grandes corporaciones, que, amparadas por un grupo de potencias mundiales, controlan los destinos del planeta.

La crisis ambiental no es un fenómeno novedoso ya que fue advertida desde la década de 1970, cuando los ecólogos mostraron que, con 3000 millones de habitantes, la “capacidad de carga” de nuestro planeta (denominada “índice k”) basada en la disponibilidad de recursos para soportar la población humana de forma sostenible, estaba alcanzando su límite (1, 2). En efecto, para la humanidad, al igual que para otras poblaciones animales, una vez que éstas agotan los recursos disponibles, sobreviene una rápida disminución de su número. Notablemente, con los avances genéticos y tecnológicos y, en gran parte, debido a la agricultura con el uso de fertilizantes, pesticidas y herbicidas, este límite se amplió y la población humana experimentó una rápida curva ascendente llegando a 5000 millones en 1987 y a unos 8000 millones en nuestros días (3). Este crecimiento, acompañado por un abrupto desarrollo industrial y un incremento del consumo de combustibles fósiles, llevó a una acumulación excesiva de los gases de efecto invernadero (GEI) y a un aumento alarmante de la temperatura de la tierra; un efecto potenciado por las emisiones de metano, en gran parte debido a la ganadería.

En la actualidad, el calentamiento global ocurre en un marco de desarrollo tecnológico, industrial y de disputas por el control mundial entre los Estados Unidos; la originalmente, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), devenida en Federación Rusa y, más recientemente, China, cuya irrupción ha generado un impacto aun mayor, no solo en los mercados mundiales, sino también como causante de los desequilibrios ecológicos.

Es evidente que el desarrollo industrial sin un control adecuado sobre las consecuencias adversas que tiene para el ambiente, conlleva un aumento de los GEI y conduce, inevitablemente, al calentamiento global.

 

El dilema de la conservación del ambiente bajo el capitalismo    

En el modelo de desarrollo capitalista, la actividad económica está orientada a generar ganancias y aumentar el capital, de modo que las consecuencias, muchas veces nocivas de su accionar sobre el ambiente, son consideradas como “daños colaterales”. Como los gastos que demanda la preservación del ambiente deben ser deducidos de las ganancias, éstos tienden a ser evitados o minimizados. Así, los procesos de industrialización, al quedar intrínsecamente unidos a los perjuicios al ambiente, inevitablemente colisionan con el mantenimiento del equilibrio ecológico, por lo que resulta difícil, sino imposible, resolver la crisis climática. Por su parte, en el marco de la economía socialista del siglo pasado, al menos teóricamente, el desarrollo industrial estaba orientado a obtener un mayor bienestar social, por lo que pareciera, a priori, que bajo este sistema no se generaría un impacto ambiental nocivo. Sin embargo, ¿Hubieran los líderes socialistas controlado los GEI durante el desarrollo industrial y económico de la URSS o detenido la fabricación de armas nucleares? Las políticas implementadas durante la posguerra de 1945, que condujeron al colapso del socialismo, ponen en duda que lo hubiesen hecho. De todos modos, la caída de la URSS en 1991 y la desintegración del socialismo en el mundo dejó esta pregunta sin contestar.

 

Los desequilibrios ambientales y el cambio climático luego del socialismo

Aun cuando las bases del socialismo no colisionan necesariamente con la preservación del ambiente, otra pregunta que surge como inevitable es ¿por qué el socialismo, o sus seguidores izquierdistas, han hecho poco o nada para detener la crisis ambiental? La inoperancia y/o debilidad de las izquierdas frente a la crisis ambiental es atribuible en buena parte a las causas que llevaron al hundimiento del socialismo en el mundo, un proceso cuyo análisis requiere remontarnos al origen y desarrollo de la URSS.  

El régimen soviético que naciera con la revolución de 1917 y se consolidara con la instauración de la URSS en 1922, impulsó la transformación de la arcaica estructura agrícola soviética hacia una economía industrializada. Los avances logrados en ese entonces, tanto en los planos económicos, de salud y educación, llevaron a millones de jóvenes y movimientos progresistas en el mundo a embanderarse con el socialismo. Estos movimientos, potenciados por las revoluciones emergentes en Latinoamérica y que se impusieran en Cuba, acicatearon las luchas por “la conquista del poder” y el socialismo, propagándose a varios países de Latinoamérica, África, Europa y aun a Estados Unidos. De estas luchas surgieron líderes icónicos como el Ché Guevara; Cohn Bendith; Mandela y Malcom X, entre otros. Estos líderes fueron la expresión de una época de movimientos, mayoritariamente juveniles, inclinados a lograr una sociedad más justa e igualitaria y detener las atrocidades cometidas en Vietnam y el sudeste asiático por EEUU. Sin embargo, el rol en ascenso de las izquierdas con presencias relevantes de las organizaciones comunistas, no iba a permanecer por mucho tiempo.

 

El huevo de la serpiente 

Mientras los movimientos de liberación surgían y se esparcían en el mundo, en el seno de la Unión Soviética ya se habían creado las bases de su propia destrucción. En efecto, durante este periodo, Stalin y sus adláteres, empoderados por la derrota que les infligieran a los ejércitos nazis durante la segunda guerra mundial, tomaron el control del Estado y establecieron un régimen burocrático, autoritario y represivo en el cual se eliminaron miles de opositores. Si bien se conservaron varias conquistas sociales y se lograron avances económicos, la burocracia gobernante se enquistó en el poder acaparando privilegios y beneficios y desvirtuando los principios básicos del socialismo de 1917. El descontento creciente de los trabajadores favoreció levantamientos en Alemania Oriental y Hungría, que marcaron el comienzo de la caída de la URSS como Estado socialista. Para peor, luego de la derrota de Estados Unidos en la guerra de Vietnam, siguió una guerra fratricida entre Vietnam y Camboya, dos estados socialistas, apoyados respectivamente por la URSS y China, dos potencias socialistas antagónicas por entonces.   

 

La bancarrota del socialismo

Mientras los seguidores del comunismo soviético permanecieron aferrados a esta nueva concepción burocrático-represiva del socialismo, los críticos de este sistema desnaturalizado y decadente, se lanzaron a la conquista del poder mediante la violencia:  lemas como, “el fin justifica los medios” y “el poder nace del fusil”, se instauraron en los sectores más radicalizados y, en estas luchas “en favor de la humanidad”, en buena parte, se perdió de vista el valor de los derechos individuales de los humanos que la conforman.

La escalada de violencia generó el rechazo de amplios sectores sociales en el mundo, favoreciendo la represión e instauración de dictaduras derechistas, las cuales dejaron millares de muertos y desaparecidos como las que se instauraron en Argentina y Chile y que se extendieron hasta 1983 y 1988, respectivamente. Poco después, en 1991, el mundo asistiría con asombro a la caída del sistema colectivista soviético y su retorno al sistema capitalista y liberal. Finalizaba así, sin un solo tiro, uno de los ensayos más interesantes de la historia de la humanidad.

La caída de la URSS como potencia socialista y la transformación de China, también en un Estado de corte capitalista (aunque conservando una constitución comunista), dejó a la izquierdas pro-soviéticas y pro-chinas levantando obstinadamente las banderas de un socialismo desprestigiado y fracasado, por lo cual se rodearon de un rechazo social creciente y generalizado. Por su parte, las izquierdas disidentes más radicalizadas, carentes de apoyo popular y sin recursos financieros para mantener sus organizaciones armadas realizaron operativos delictivos para financiarse, a los que denominaron “expropiaciones” o, en ciertos casos, se ligaron a grupos de narcotraficantes, marcando el ocaso de las izquierdas en el mundo. En este contexto, la bancarrota del socialismo estaba en marcha.

El derrumbe del socialismo bajo la hegemonía estalinista, esfumó las posibilidades de controlar los desequilibrios ambientales y el cambio climático; en la URSS, gran parte de las reservas de agua fueron inutilizadas, las tierras erosionadas y agotadas, el ambiente degradado y el aire contaminado por los GEI. La desatención del ambiente se hizo evidente con la catástrofe de la planta nuclear de Chernóbil en 1986 y las más de 80 detonaciones nucleares en el área de pruebas de Semipalatinsk, en la región del actual Kazajstán. El deterioro ambiental en el lado soviético fue señalado como un “ecocidio” por publicaciones originadas en el campo capitalista (4); imputaciones con un alto grado de hipocresía, si consideramos los 1054 ensayos atómicos realizados por Estados Unidos en Nevada, Islas Marshall y otros lugares (5) y las enormes emisiones de CO2 que se incrementaron hasta alcanzar 4.752,079 megatoneladas en 2021, colocando a este país en segundo lugar, después de China, en el ranking de países con mayores emisiones de este gas en el 2021 (6).

 

La caída del socialismo dejó sin frenos al capitalismo

Hasta el fin de la segunda guerra mundial los desmadres ambientales en el mundo pasaron mayormente inadvertidos, en parte debido a que el desarrollo industrial no había llegado a niveles exorbitantes y en parte porque la población mundial, con unos 2500 millones de personas para 1950, representaba menos de un tercio de la población actual (7). Sin embargo, luego de la caída de la URSS y su transformación de en una potencia capitalista, sumado a la entrada de China, también de corte capitalista, al escenario mundial, se generó un desenfreno por la explotación de los recursos que condujo a la catástrofe ambiental y a un aumento vertiginoso de la temperatura global del planeta. En efecto, desde la revolución industrial hasta nuestros días, el aumento de la temperatura del planeta fue superior al de los últimos 100 mil años.

El capitalismo emergiendo hegemónico en el mundo, permitió que las grandes empresas controlaran resortes claves de la política y economía de las superpotencias y asignaran a los países subdesarrollados el rol de proveedores de materias primas, a costa del empobrecimiento de sus poblaciones. Países, y aun continentes enteros, como el africano, con sus riquezas que representan un tercio de las reservas de minerales del mundo, incluyendo los recursos de uranio, oro y diamantes quedaron entre los más relegados y pobres de la tierra (8). Uno de estos países, Nigeria, por ejemplo, produce el 5% del uranio mundial, un mineral de importancia para Francia que lo utiliza para producir electricidad desde sus centrales nucleares. No casualmente, este mineral, es extraído de Nigeria por la empresa francesa Orano. Paradójicamente, mientras Francia se sirve del uranio nigeriano para asegurar su suministro energético, en Nigeria, según una base de datos del Banco Mundial, en el 2021 solo un 19.5% de la población tenía acceso a la electricidad (9). Además del uranio, Nigeria tiene reservas de oro, petróleo, carbón y otros minerales, que son manejados por varias empresas multinacionales (10, 11).

El desequilibrio ambiental y el calentamiento global son el resultado del control hegemónico que ejercen las grandes potencias respaldando corporaciones cuyos objetivos están lejos de orientarse hacia la preservación del ambiente.

Según la Organización Meteorológica Mundial, la temperatura del planeta durante el periodo comprendido entre 1880 a 1950, superó en 1,15 ºC la media mundial registrada desde la era preindustrial (12); estudios más recientes indican que, en julio del 2023 se batieron los records de temperaturas más altas registradas desde 1850 (13). Estos últimos, si bien fueron de apenas unos 0,25 °C más altos, son causantes de las brutales olas de calor que asolan hoy en el mundo (14) y causantes de muchos de los impactos negativos sobre la economía.

El aumento de la temperatura ha generado la formación de tornados cada vez más violentos e incendios devastadores, como los de California, Hawái, España y Grecia y causado condiciones incompatibles con la vida humana en varios lugares del planeta. Por su parte, la depredación del ambiente ha ocasionado la muerte de millones de vegetales y animales, cuya magnitud ya representa la sexta extinción masiva del planeta (15). Además, según un informe reciente sobre los efectos del cambio climático, éstos conducen a una mayor severidad de las sequías y al incremento de la evapotranspiración (16)con consecuencias desastrosas para las economías.

A mayor escala, el calentamiento global ha iniciado el descongelamiento del permafrost, el deshielo de los glaciares y el aumento de la temperatura en la superficie de los mares, lo cual ha enlentecido la circulación de las corrientes oceánicas en tal medida que se estaría llegando a una situación de no retorno cuyas consecuencias amenazan generar un colapso para la humanidad.   

 

El surgimiento de movimientos ambientalistas y ecologistas en defensa del ambiente 

El menosprecio por la salud ambiental y la inacción de los gobiernos para evitar los daños, movilizó a grupos ecologistas y ambientalistas, como el liderado por Greta Thunberg y a organizaciones como Greenpeace, para que controlen y reduzcan el impacto de los GEI y las producciones contaminantes, como las de plásticos y de desechos tóxicos. Estas organizaciones han presionado a las superpotencias para que tomen compromisos tendientes a evitar o disminuir los GEI (17)). Los esfuerzos en este sentido lograron concientizar a la humanidad sobre las consecuencias del cambio climático y pusieron en aprietos a las potencias mundiales. Sin embargo, dado el poderío económico y militar de estos países, el calentamiento global y la crisis ambiental avanzan rampantes. 

Urge entonces replantear el esquema mundial de modo de quitarle a estas corporaciones y grandes potencias el control de los destinos del planeta. Si los movimientos en favor de la conservación del ambiente son insuficientes para controlar la catástrofe, entonces, ¿cómo revertirla? Una respuesta que no carece de sentido común, dice, en palabras de G. Thunberg, “si es imposible encontrar soluciones dentro del sistema, entonces tal vez deberíamos cambiar el sistema”.

En la búsqueda de mecanismos para superar la crisis, es necesario examinar primero las raíces de la crisis ambiental y los problemas para restablecer la salud del planeta.

 

Las izquierdas y los movimientos reformistas frente a la crisis ambiental

Las dificultades que enfrentan los grupos ecologistas y ambientalistas para frenar la avaricia de las grandes empresas de los países hegemónicos, tales como EEUU, China y Rusia, se deben al extraordinario poderío económico y militar que detentan, pero ¿cuál fue el rol y las responsabilidades de la izquierda en el descalabro ambiental? La desaparición y desprestigio del socialismo luego de la caída de la URSS y de las izquierdas más radicalizadas, dejaron un vacío político que dio lugar al ascenso de movimientos y gobiernos reformistas. Las bases de sustentación del reformismo no se orientaron a instaurar revoluciones sociales, como las planteadas originalmente por las izquierdas embanderadas con el socialismo, sino a generar paliativos ante las crisis del capitalismo. En este contexto, los planes sociales, las recomposiciones salariales, los subsidios a los servicios públicos y nacionalizaciones de recursos que caracterizaron históricamente a muchos de los gobiernos reformistas en Latinoamérica, se mantuvieron dentro de un marco socioeconómico capitalista. Según las particularidades de cada país, las diversas formas de asistencialismo ejecutadas, fueron acompañadas por el otorgamiento de libertades, o restricciones a ellas, y casi indefectiblemente, con diversos grados de corrupción, y en ciertos casos, de connivencia con mafias organizadas (18). Sin embargo, en la medida que ofrecieron beneficios económicos o sociales, aun cuando fuesen ineficientes, o incluso mostrando claras evidencias de corrupción, se erigieron como alternativas viables afianzándose en el poder; la frase “roban, pero hacen” tomó cuerpo en sectores importantes de las poblaciones, implantando una mirada mágica de esperanza sobre algunos de los líderes reformistas.

Las reivindicaciones sociales planteadas por estos movimientos, sin embargo, no se reflejaron en la solución de los graves problemas respecto de cuestiones como la equidad, la justicia y el desarrollo. Por el contrario, se mantuvieron altos índices de ineficiencia, tanto a niveles gubernamentales como en los de la administración pública, que impidieron el afianzamiento institucional y político en Latinoamérica. Como resultado, se hicieron crónicas la escasez de alimentos, así como los déficits en educación, salud y distribución de las riquezas, junto a un descenso de la productividad, de modo que no se avanzó significativamente respecto de cómo se visualizaba a estos países durante la década de 1960 (19). Por otro lado, debido a la crisis del capitalismo en el mundo, las grandes potencias aumentaron la presión sobre los gobiernos bajo sus esferas de dominio, obligando a que se cedieran riquezas o recursos naturales, como los minerales y la pesca. Miles de hectáreas de bosques y praderas de ecosistemas naturales fueron arrasados para ser ocupadas con emprendimientos de soja o desarrollos turísticos. El uso de fertilizantes y herbicidas deterioró la calidad de la tierra y también del agua, dado que éstos escurren finalmente hacia las reservas acuíferas, mientras que los desmontes generaron deslaves y alteraciones climáticas.

A su vez, debido a las imposiciones de los grupos financieros internacionales y, en muchos casos, negociados espurios, se permitió que los bancos generaran ganancias extraordinarias que llegaron (en Argentina, por ejemplo) hasta un 44% en comparación con el 5,9% de los mismos en Europa (20) y que las grandes empresas controlaran los precios a través de prácticas monopólicas generando ganancias escandalosas y agudizando las desigualdades cada vez mayores entre pobres y ricos.

Latinoamérica es una de las zonas donde más se han agudizado las desigualdades; en esta región, el 10% de la población más rica acapara el 55% de los ingresos, mientras el 50% más pobre solo accede a un 10% de éstos; y si consideramos la distribución de las riquezas, el panorama es aún peor, dado que el 10% de la población más rica acapara el 77% de las riquezas, mientras que el 50% más pobre solo retiene el 1% (21).

 

Las inversiones en ciencia, tecnología, salud y educación, son esenciales para combatir el hambre y la pobreza

Un aspecto crucial para superar el atraso y la pobreza es el desarrollo tecnológico. La ciencia y la tecnología generan soluciones a los problemas sociales y de salud, a la vez que los productos manufacturados mediante los desarrollos tecnológicos compiten eficientemente con los productos importados, generan trabajo y disminuyen los gastos de los países. Los aportes de la ciencia también son cruciales para poder enfrentar con éxito los desafíos actuales planteados por enfermedades endémicas como el Dengue y el mal de Chagas, o mejorar la resistencia de los cultivos a la sequía y han sido eficaces para enfrentar la pandemia del COVID-19. Gracias a su inversión en esta área, en la Argentina, por ejemplo, se desarrolló un tipo de trigo transgénico resistente a la sequía y apto para consumo humano y Brasil ya avanzó hacia la segunda etapa de ensayos clínicos de una vacuna contra el Dengue (22, 23)

 

Las inversiones en ciencia y tecnología son un paso necesario para la independencia económica y política de los Estados. 

Los países que han logrado un desarrollo industrial significativo y un alto grado de independencia económica invierten porcentajes importantes de su PBI en ciencia y tecnología, que van desde el 3,7% (en Israel) a un 2,8% (en EEUU, Alemania y Japón). China, que irrumpiera más recientemente como una potencia tecnológica, actualmente invierte un 2,4% de su PBI en investigación y desarrollo, superando al promedio de la Unión Europea, que es del 2,1% (24, 25)

Dentro de Latinoamérica, los países con cierto grado de desarrollo, como Chile y Brasil destinaban en 1995, un 0,5% y 0,8% del PBI en ciencia y tecnología (26). Paraguay, al iniciar la expansión de su economía entre 1980 y 1990, invirtió en este rubro entre un 1,5% a 2% (26). Resulta evidente de estos datos que los aportes en ciencia y tecnología contribuyen al engrandecimiento y prosperidad de los países. 

No es casual entonces que las potencias capitalistas dominantes, que propugnan mantener a los países dependientes como proveedores de materias primas, les obstaculicen las inversiones en ciencia y tecnología. En esta línea de acción, las políticas impulsadas en América Latina por los gobiernos liberales han destinado a estos rubros, porcentajes del PBI por debajo del 1%, obligando a la dependencia económica con las metrópolis. Notablemente, estos valores no han sido modificados sustancialmente por los gobiernos reformistas. En 1980, en la Argentina solo se destinaba 0,4% de su PBI a actividades de ciencia y tecnología, una cifra que se redujo al 0,3% en 1994. Posteriormente, entre los años 2019 al 2022, este porcentaje aumentó del 0,23% al 0,29% (27) y se planteaba, como un logro extraordinario, llegar al 0,4% en 10 años. Notablemente, pese a lo ridículo de este aumento, el gobierno liberal actual de Javier Milei inició una desfinanciación casi total de este sector clave para el desarrollo. Independientemente, de las oscilaciones signadas por los cambios de gobiernos, de reformistas a liberales o viceversa, resulta claro que, en este rubro, cualquier presupuesto menor al 0,5% del PBI es un ancla que liga a estos países al subdesarrollo.

Los gobiernos reformistas, en su debilidad, resultan incapaces de producir los cambios de fondo requeridos para lograr un desarrollo más equitativo y sustentable. Una justificación común para demorar estos cambios es que: “tenemos urgencias mayores”. Muy por el contrario, para batir el hambre y la pobreza, lograr el desarrollo industrial y alcanzar la independencia económica y política, los cambios e inversiones en ciencia y tecnología, no deben ir “detrás de”, sino “de la mano de” las inversiones y políticas destinadas a la ciencia, tecnología, salud y educación. 

La incapacidad de atacar los problemas de fondo por los gobiernos reformistas llevó al desprestigio creciente de los mismos, movilizando a sectores importantes de la sociedad a aliarse a movimientos derechistas y ultraderechistas y haciéndolos débiles frente a las imposiciones de las potencias hegemónicas como EEUU y China.

Un ejemplo es la presión ejercida por China, destinada al control de la soja. Para comprender su trasfondo es necesario analizar la relevancia que tiene la soja para China. Unas tres cuartas partes del total de la producción mundial de soja es utilizada por China, parte consumo de aves y, mayormente para el de porcinos, cuya industria es esencial. La soja es de importancia estratégica para el sostenimiento de la economía china en expansión. Para China, con una población de cerca de 1400 millones de personas, la carne de cerdo forma parte importante de su alimentación, siendo la principal fuente de proteínas. El consumo per cápita de carne de cerdo por mes es de 3 kg en Beijing y Nanjing y 4,27 kg en Chengdu, mientras que el consumo de per cápita mensual de carne de pollo es aproximadamente la mitad que la de cerdo en Beijing y ligeramente mayor (60%) en Nanjing y menor en Chengdu (38%) (28). No casualmente, la producción china de carne de cerdo, con 50 millones de toneladas en el 2010, representa la mitad del total mundial (29).

Debido a que la industrialización de los productos derivados del cerdo depende de las importaciones de soja, China se convirtió en el principal importador mundial de soja. Sin embargo, debido a que la volatilidad de su precio incide directamente en el costo de los cerdos, el gobierno chino desarrolló un plan para asegurar la provisión de este recurso y evitar así un posible descontento que pondría en aprietos el poder del Estado. Con este fin, mantienen un stock “de reserva” de millones de cerdos que son rotados rutinariamente entre 200 granjas. Por otro lado, para asegurar sus importaciones, se implementó el establecimiento de empresas estatales que inviertan en los países productores de soja. Varias de estas empresas tienen como objetivo presionar y acceder a los sectores agrícolas en el exterior para asegurar la oferta de soja y controlar la volatilidad de su precio. Además, estas empresas, en lugar de comprar harinas elaboradas, forrajes o aceites, compran mayoritariamente soja cruda, lo cual no agrega valor ni genera empleos en sus lugares de origen (30) y aumenta la emisión de CO2.

Como parte de esta estrategia se inscribe también un proyecto de instalación, en la Argentina, de 25 mega granjas de cerdos con inversiones cuya meta sería exportar unas 900 mil toneladas de carne porcina a China, con una inversión de unos 27 mil millones de dólares; un proyecto que generaría más deforestación de bosques debido al aumento de la demanda de maíz y soja (31, 32).

En general, la creciente necesidad de soja en el mundo y en particular de China, tiene un impacto devastador sobre los ecosistemas dado que representa la pérdida de millones de hectáreas de bosques, pastizales y sabanas, las cuales han sido transformadas en tierras agrícolas, en un proceso que continúa en ascenso (33).

Otro ejemplo de la avidez de las potencias capitalistas por sustraer los recursos de los países subdesarrollados bajo sus áreas de influencia, es el caso del litioun mineral utilizado en las baterías de celulares, tablets, computadoras y vehículos eléctricos. La exportación de carbonato o cloruro de litio, en vez de exportar baterías, es una muestra de la dependencia y sometimiento de estos países dependientes a los poderes centrales. En la Argentina (uno de los cuatro principales productores mundiales de litio), existe una feroz disputa entre las superpotencias por este recurso; hasta el 2021, la producción de este mineral fue destinada principalmente a Estados Unidos por un total de 39,8 millones de dólares, pero desde entonces, el principal comprador de litio pasó a ser China por un total de 292,3 millones de dólares, seguidos por Japón y Corea del Sur. Una de las dos compañías productoras de litio, Allkem, en la provincia argentina de Jujuy, tiene como accionistas a las financieras JP Morgan de EE. UU y HSBC de Reino Unido; por su parte, la otra empresa, que explota el litio en Catamarca, también en Argentina, (bajo el Proyecto Fenix) está en manos de la compañía estadounidense Livent, cuyos accionistas principales son Blackrock y Vanguard, dos de los fondos de inversión más grandes del mundo. A su vez, los cuatro fondos de inversión: Blackrock, Vanguard, JP Morgan y HSBC, además de ser accionistas de los dos proyectos que extraen litio desde Argentina, son tenedores de bonos de la deuda externa argentina. Como si esto fuera poco, la extracción de este mineral se haya amparada con un marco legal apropiado, a través de una “Ley de Inversiones Mineras” que otorga un amplio sistema de beneficios y exenciones fiscales, así como de devoluciones de ganancias por los gastos derivados de la exploración y de beneficios que establecen topes máximos para las regalías retenidas por las provincias. Con estos beneficios, las Empresas solo pagan un total de 3% a 3,5% sobre los valores de facturación (34).

 

A los gobiernos reformistas no les queda nada para repartir

Como se expusiera anteriormente, la incapacidad de los movimientos de izquierda de presentar alternativas superadoras debido a la debacle del socialismo, dio lugar al surgimiento de gobiernos reformistas, los cuales no realizaron los cambios profundos y urgentes, necesarios para hacer frente a las demandas, dejando expuestos, por añadidura, altos grados de ineficiencia y corrupción. La lucha por el control de los mercados en el mundo y la avidez de las potencias capitalistas, agudizaron las presiones por controlar las economías de los países bajo sus esferas de influencia, dejando muy poco margen para que los gobiernos reformistas, denominados “progresistas”, pudiesen otorgar beneficios sociales o económicos. Débiles para enfrentar las imposiciones de los países poderosos o defender las riquezas y recursos de sus países, resultaron incapaces de efectuar cambios de fondo y evitar los efectos del calentamiento global. Los avances y cambios progresistas que caracterizaran a estos gobiernos en un pasado no tan distante, ahora, vedados por los condicionamientos externos, ya sean económicos, como los impuestos por el Fondo Monetario Internacional (FMI); políticos, o en muchos casos también militares, dejaron a los dirigentes, poco o nada para repartir entre los sectores carenciados. Como resultado, se gestionaron “ayudas” financieras bajo condiciones leoninas con prestadores como el FMI o potencias tales como China. Todo ello contribuyó al hundimiento de las economías y al aumento de la pobreza en sectores importantes de las poblaciones, que subió a niveles inéditos. Según un informe de la CEPAL, el panorama Social en América latina en el 2022, indica que hay 201 millones de personas que viven en situación de pobreza, de los cuales unos 82 millones (el 13,1%) se encuentran en situación de pobreza extrema (35). Por su parte, en Argentina, durante el primer trimestre del 2024 los niveles de pobreza e indigencia de la población, alcanzaron un 55,5% y 18,5%, respectivamente (36). A su vez, países como Nicaragua y Venezuela, cuyos gobiernos reformistas se encuentran enfrentados a Estados Unidos, mantienen niveles de pobreza extremos y se han visto obligados a negociar con potencias como China, o Rusia, que imponen condiciones de sometimiento y dependencia similares. El nuevo tratado de libre comercio de Nicaragua con China dejaría abierta la posibilidad de exportar productos chinos a Nicaragua libres de aranceles (37).

Es importante destacar, sin embargo, que la combinación de gobiernos progresistas con economías vigorosas o recursos valiosos, como los de Brasil y Bolivia, han permitido sortear parte de estas imposiciones manteniendo niveles de independencia y autodeterminación destacables. No obstante, el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur, en la cual juega un papel preponderante la actual administración reformista del presidente Lula en Brasil, encuentra dificultades para detener la deforestación debido a las cláusulas impulsadas, principalmente por dos industrias europeas, Bayer y Basf, de reducir un 90% los impuestos a las importaciones de agrotóxicos. Ambas compañías proveen un 12% de los agrotóxicos aprobados para su uso en Brasil. En particular, la Basf alcanzó unos 3 mil trescientos millones de euros con la venta de agrotóxicos peligrosos en el Brasil, los cuales, usados en las plantaciones de soja contaminaron, según un informe reciente, las fuentes de agua afectando la salud y economías agrícolas (38, 39). Por otro lado, las facilidades otorgadas para los desmontes en Brasil, han arrasado con áreas significativas de la selva amazónica. El 30% del CO2 emitido por los combustibles fósiles en la tierra es absorbido en su mayor parte por la selva amazónica, de modo que funciona como un pulmón para la biosfera; sin embargo, datos recientes indican que la deforestación a gran escala en amplias áreas de la selva brasilera debilitó en tal medida la absorción de CO2, que recientemente, en estas zonas, ya se registran emisiones de este gas (40).

Bajo estas circunstancias, los gobiernos reformistas, imposibilitados de dar beneficios a sus poblaciones en favor de las potencias dominantes, cayeron en descrédito. Para peor, tomaron como propios discursos y consignas que habían sido estandartes de la izquierda y de las organizaciones de derechos humanos. Así, en su caída, el reformismo arrastró a organizaciones que habían sido prestigiosas por la defensa de los derechos humanos, como el de las “Madres de Plaza de Mayo” de la Argentina, y a los ya alicaídos movimientos de izquierda.

En resumen, debido a los flagrantes errores de la izquierda y la incapacidad de los movimientos y gobiernos reformistas, éstos no han podido oponerse a las políticas liberales de dependencia económica, que lleva a la súper explotación de los recursos naturales, al deterioro de los ecosistemas, y al calentamiento global.  

 

El desprestigio del reformismo y de las organizaciones de izquierda permitió el avance de organizaciones y dirigentes ultraderechistas

En este nuevo escenario, la falta de modificaciones profundas en la economía y la dependencia de las metrópolis dominantes, impidió a los países subdesarrollados ejercer sus derechos soberanos frente a las imposiciones extranjeras, comprometiendo su desarrollo a tal extremo, que la denominación de “países en vías de desarrollo” es hoy, a todas luces inapropiada, siendo más adecuada la de “países subdesarrollados”, condenados a mantener estancadas sus economías y a aumentar sus niveles de pobreza y subdesarrollo. Las pérdidas de poder adquisitivo de las poblaciones, la caída de los salarios y la decadencia en sectores de salud y educación en estos países, han agudizado las crisis y evidenciado el fracaso de los gobiernos reformistas, los cuales se enfrentan hoy a manifestaciones multitudinarias de protestas, como las recientes en Venezuela, inimaginables hace unos años.

Desarticuladas las izquierdas y ante el fracaso del reformismo, las organizaciones derechistas y de ultraderecha ocuparon la arena política erigiéndose como alternativas atractivas (41). En consecuencia, se observa un desplazamiento hacia la derecha de vastos sectores, aun de los más empobrecidos de la población y crece el auge de dirigentes ultraderechistas conservadores o anarco-liberales, como J. Milei en argentina, quien declama sin tapujos venir a destruir el Estado (42).

En este contexto, las acciones iniciadas para detener el calentamiento global y la crisis ambiental corren serio peligro de estancarse. Organizaciones como las Naciones Unidas, que deberían velar por la integridad y salud del planeta no responden con firmeza a las potencias mundiales, de modo que sus declaraciones y propuestas, como las emitidas en su Asamblea de setiembre del 2015, o más recientemente, por el Secretario General de la ONU ante la Asamblea General, con afirmaciones de “transformar nuestro mundo para el desarrollo sostenible”, y de reducir los GEI un 45% de aquí al 2030, no son sino declamaciones que pueden ser fácilmente desconocidas, o vetadas, por los Estados con mayor poder dentro de ella, justamente los causantes de los mayores desequilibrios ecológicos (43, 44).

Los países menos responsables del cambio climático global, como los de Latinoamérica o de África, van a sufrir los mayores impactos del mismo. Según la CEPAL, los costos económicos del cambio climático en América Latina, como los que implicarían un aumento de 2,5 °C de temperatura, afectarían entre el 1,5% y el 5% del PBI en estos países (45).

El continente africano, con un 4% de contribución a los GEI mundiales, soporta una situación similar. Por el contrario, dos de los tres países más contaminantes en el mundo, China y EEUU, son los más industrializados y los tres detentan las mayores poblaciones de la actualidad. De ellos, las emisiones de CO2 originadas en China en el 2020, fueron de entre 10 y 13 millones de toneladas; las de EEUU, de más de 4 millones y la India, de 2,3 millones, seguidos de Rusia, Japón e Irán (46). Así, mientras las mayores economías del planeta incumplen sus metas ambientales, las regiones más vulnerables del mundo avanzan hacia impactos globales cada vez más impredecibles ante la inacción de sus gobiernos (47).

 

Los países que más invierten en educación tienen los menores índices de generación de CO2

En general, los países cuyos gobiernos exhiben un interés por mejorar la calidad de vida de la población manteniendo bajos niveles de contaminación, dedican importantes esfuerzos destinados al área educativa.  Dos de estos países donde la protección del ambiente es una premisa, Suecia y Noruega, que son señalados entre los 7 mejores del mundo en cuanto a los “índices de felicidad” (48)con economías liberales de fuerte intervención del Estado, dedican partes importantes de sus PBI a educación. En efecto, ambos países, que dedican 7,6% de su PBI al área de educación, tienen bajos niveles relativos de contaminación y los más bajos del mundo respecto de la emisión de CO2 (Tabla 1). Los valores observados en estos dos países no implican que las soluciones a los profundos problemas de la humanidad provengan de la socialdemocracia o del laborismo, sino más bien que un control del Estado es necesario si se quiere detener el cambio climático. Las medidas de protección del ambiente en Suecia y Noruega son favorecidas por el hecho de poseer economías y gobiernos fuertes con significativos niveles de independencia de las potencias dominantes. Por el contrario, aquellas naciones donde la obtención de ganancias es prioritaria respecto a la protección del ambiente y/o la calidad de vida de sus habitantes, dedican porcentajes del PBI en educación significativamente menores, que llegan al 3,08% (como Japón). En particular, Rusia, India y China registran los índices de contaminación por CO2 más altos del mundo (Tabla 1(49).

Notablemente, los altos índices de contaminación de CO2 de Estados Unidos son similares a los de Argentina, Brasil y Canadá. Al respecto, si bien éstos son valores son altos (Tabla 1), la emisión total de CO2, de 189 mil megatoneladas de Argentina es baja, en buena parte debido a las extensas áreas de bosques y a la baja densidad de su población (50).  Por su parte, Brasil y Canadá mantienen altos índices de contaminación debido a los procesos de deforestación del Amazonas del primero, y a la dependencia de una producción de petróleo altamente contaminante de Canadá. En particular, Canadá ha declarado que el desarrollo de las arenas bituminosas es un "objetivo estratégico" de ese país (a pesar del negativo impacto medioambiental de su explotación masiva) y se retiró del protocolo de Kioto en el 2011 (51).

Ante la irresponsabilidad de los gobiernos actuales y la incapacidad de los organismos supremos que deberían detener los crímenes ambientales, es necesario emprender rápidamente la búsqueda de soluciones más efectivas.

Los daños ambientales generados principalmente en la despreocupación del capitalismo por los ecosistemas van de la mano con las desigualdades tremendas en la distribución de las riquezas mundiales, que quedan en manos de unos pocos en medio de una humanidad sumergida en la pobreza. De un lado, el 1% de la población mundial, desde el 2020 atesoró el 63 % de la riqueza total; del otro, el 99% restante solo retuvo un 37 % de ésta (52). Además, en el 2021, entre 702 y 828 millones de personas (un décimo de la población mundial) padecieron hambre (53)de las cuales cerca del 60% eran mujeres y niños viviendo en condiciones de extrema pobreza (50). De estos niños y niñas, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Banco Mundial, en un informe del año 2020, 356 millones de ellos viven en condiciones de pobreza extrema (54).

Un dato reciente del 2023 indica que actualmente hay 662 millones de niños que viven bajo una pobreza multidimensional, la cual afecta aspectos tales como la educación y salud, entre otros (55). Son estos niños y niñas de hoy, los que, además de sus padecimientos actuales, heredarán un mundo azotado por las calamidades ambientales y se sumarán, cuando adultos, a los casi 1100 millones de personas que ya viven en barrios marginales o en condiciones similares en zonas urbana (56). El panorama es más sombrío si consideramos que la población mundial aumentará en casi 2000 millones de personas en los próximos 30 años (57, 58)

 

Un desarrollo sustentable con protección del ambiente es indispensable para detener el calentamiento global

El avance de los procesos de expoliación de los recursos naturales por las potencias capitalistas no tiene freno ni hay repuestas adecuadas para detenerlo. Ya sea por un posible conflicto bélico entre estas potencias en su lucha por los mercados, o por los cambios climáticos, pareciera que la humanidad avanza indefectiblemente hacia un colapso irreversible.

Los movimientos ecologistas y ambientalistas, aun con su presión sobre el capitalismo mundial, no han logrado revertir los daños infligidos a la biosfera. Avanzar hacia un desarrollo sustentable protegiendo al ambiente es un objetivo principal para detener el calentamiento global. Con este fin, estos movimientos, han logrado persuadir a la opinión pública mundial y presionado a las potencias capitalistas, de modo que muchas empresas incorporaron modificaciones en sus productos destinadas a disminuir la contaminación y los efectos del calentamiento global. Sin embargo, dado que las medidas de protección del ambiente colisionan con el principio básico del capitalismo de generar ganancias, para revertir la catástrofe ambiental, más que persuadir, será necesario exigir a las empresas que observen conductas de protección del ambiente.

Dado que las ganancias de las empresas capitalistas finalmente fluyen hacia un sistema financiero dominado por los bancos, resulta crítico que las finanzas sean controladas por aquellos que intentan salvar el planeta y no por los que lo arrastran a la catástrofe. Sin este control, la humanidad avanzará hacia su propia destrucción. Pero, ¿será posible controlar las finanzas cuando las mayores contaminantes de GEI son las grandes potencias que detentan el mayor poderío militar y político?

Las generaciones pasadas han permitido, por omisión o complacencia, el caos ambiental en que se encuentra inmersa hoy la humanidad. Sería ecuánime establecer que los que causaron los daños sean quienes tengan que repararlos; sin embargo, resulta al menos imprudente y peligroso, confiar el destino del planeta a los responsables de su destrucción.

 

¿Quiénes deberían reparar los daños al ambiente?

En este contexto, son los jóvenes quienes heredarán los despojos de un planeta destruido y son ellos quienes han levantado las banderas para recuperar la salud del ambiente y evitar el calentamiento global. Aunque de alguna manera injusto, parece atinado (con un buen grado de racionalidad), que sean los jóvenes quienes puedan conducir a un mejoramiento del ambiente, dado que son ellos quienes tienen el mayor interés en mejorar nuestro mundo.

Ante este panorama, muchos críticos sostienen que no se visualiza hoy una respuesta contundente por parte de la juventud, por lo que pareciera que avanzamos hacia lo inevitable. Sin embargo, es importante señalar que muchos cambios profundos e inesperados han ocurrido en el pasado. Millones de jóvenes en el mundo heredan hoy un planeta diezmado en sus recursos, con sus ecosistemas destruidos, enfrentando un aumento de las temperaturas que harán inhabitable la tierra. A su vez, serán los más perjudicados por la superpoblación, y la pobreza.

 

Los jóvenes en defensa del ambiente

Bajo las condiciones actuales, es difícil suponer que una sublevación de jóvenes y pobres acabe con el sistema económico y político dominado por el capitalismo en el mundo. Sin embargo, hemos visto en el pasado que ningún sistema tiene asegurada su estabilidad y continuidad en el tiempo, de modo que, la falta de respuestas frente a los cambios climáticos, así como a los avances de las políticas liberales y a los gobiernos derechistas, no deben ser considerados irreversibles.

Los cambios ocurren hoy de manera vertiginosa y abrupta; las desigualdades, las injusticias, la pobreza y la falta de futuro de los jóvenes en un mundo donde los desastres climáticos amenazan su supervivencia, muy pronto jugarán un papel importante para realizar los cambios profundos que se requieren para revertir la crisis.  

 

Cuando no haya nada que perder

Los 1.200 millones de jóvenes de entre 15 y 24 años, que pueblan el mundo representando un 16% de la población mundial, deberán enfrentar, en un futuro cercano, los tremendos desafíos que implican lograr un desarrollo sostenible en un mundo atravesado por los impactos del cambio climático, el desempleo, la pobreza, las desigualdades de género, las guerras y los conflictos migratorios.

La situación actual de la juventud en el mundo, calificada por muchos como conformista, debe ser considerada más bien como una bomba próxima a estallar. Los movimientos migratorios de pueblos enteros huyendo de sus terruños en busca de un futuro mejor son cada vez más numerosos. Miles de personas y familias enteras se aventuran a cruzar el Mediterráneo para llegar a Europa en lanchas y barcos arriesgando sus vidas, mientras otros tantos hacen lo mismo para llegar a Estados UnidosSegún un informe de Organización Internacional para las Migraciones (OIM) se estima que desde el 2014 cerca de 50 mil personas fallecieron o desaparecieron intentando llegar a la Unión Europea o a Estados Unidos (59). Las encuestas regionales de hogares indican que estas cifras seguramente están por debajo de la cifra real. Hay en la actualidad 41 millones de latinoamericanos que viven fuera de sus países de origen siendo Latinoamérica la región que más migrantes tiene en el mundo (60).

Algo similar pasa en otros lugares del mundo. Ya nada los detiene. ¿Qué pasará con aquellos millones de personas en el mundo cuando no tengan nada que perder?  Es difícil predecir cómo será la respuesta de la enorme marea humana de jóvenes sin futuro, y cuál será la vía más apropiada para modificar el sistema imperante; perosin duda, cuando se movilice en pos de los cambios profundos que se requieren para revertir la crisis será de una fuerza extraordinaria.  

En un mundo donde las potencias dirimen sus disputas por el control de los mercados a través de coerciones y guerras que nos acercan incluso a una contienda nuclear, no es posible predecir si los movimientos que se avecinan en pos de detener la crisis ambiental y obtener condiciones más justas de vida, estarán impregnados de violencia o erigirán como alternativa imponer trabas económicas a las empresas y países que superen los índices de calentamiento global (61). Es hora de que abandonemos la conquista de la naturaleza y avancemos hacia una convivencia con ella.

 

¿Podrá sobrevivir la humanidad?

Entonces ¿podrá sobrevivir la humanidad? La respuesta está en manos de los jóvenes. La sociedad humana en su conjunto deberá apoyarlos. Detener los daños ambientales y las injusticias sociales no es motivo de debate, sino una obligación ineludible.

Hace más de 40 mil años nuestros congéneres se enfrentaron a adversidades inconmensurables al cruzar desde África a Europa, afrontando el desconocimiento de la geografía y el ambiente hostil de la glaciación y el encuentro con los neandertales, con los cuales compitieron y se cruzaron (62, 63) y con los denisovanos. Estas adversidades llevaron a nuestra especie a un “cuello de botella” caracterizado por una abrupta reducción demográfica y genética, que la puso al borde de la extinción (64, 65, 66, 67).

Estimaciones basadas en datos genéticos indican que los sobrevivientes de esa epopeya fueron menos de diez mil. ¿Cómo lograron sobrevivir? Aunque la respuesta puede ser especulativa, sabemos que nuestros antepasados de hace 40 mil años, poseían cerebros indistinguibles del de los humanos actuales, de modo que indudablemente usaron la inteligencia como herramienta. Pero, de acuerdo a la socióloga Margaret Mead, también fue indispensable ser solidarios (68). Hoy como entonces, enfrentamos una crisis quizás mayor, que amenaza con poner fin a la humanidad. En este contexto, observando las conductas diarias de nuestros congéneres pareciera que la humanidad, en su conjunto, hubiese perdido valores importantes como la solidaridad y la empatía. Es evidente que, para sobrevivir, nuestra especie tendrá que hacer un uso mucho mayor y mejor de herramientas tales como la inteligencia y la solidaridad.

 

La meritocracia en reemplazo de la solidaridad

Pareciera natural en nuestros días, que una porción insignificante de humanos se adueñe de la mayor parte de los recursos mundiales sometiendo a millones de jóvenes, mujeres, niños y niñas a condiciones apenas compatibles con la supervivencia. Las tremendas desigualdades que asolan a la humanidad en la actualidad ya sea entre ricos y pobres, poderosos y sojuzgados, los sectores dominantes debieron recurrir a una argucia que justifique la abolición de la solidaridad y el bien común y su reemplazo por el concepto de que el éxito se alcanza como resultado de los esfuerzos y méritos individuales. “Todos tenemos las mismas chances, pero serán los más capaces y los que más se esfuercen los que alcancen el éxito”. Tomando esta premisa individualista como bandera, los sistemas imperantes imponen la meritocracia, a través de propagandas mediáticas. Esta nueva concepción, ha puesto en jaque el concepto de solidaridad, desvirtuando y opacando aspectos importantes de la naturaleza humana. La sustitución del bien común por el éxito individual, implica el establecimiento de una competencia feroz donde los “vencedores” recibirán como “premio”, las riquezas, ingresos y recursos destinados al conjunto de la población. El concepto de que el éxito debe alcanzarse en base a los esfuerzos individuales asume que todos en esa “carrera” tienen las mismas posibilidades, ocultando el hecho que aquellos que tuvieron mejor alimentación y acceso a la salud, educación y disponibilidad de medios de todo tipo, estarán en ventaja para lograr las metas, respecto de aquellos que no tuvieron esos recursos. La meritocracia es entonces un concepto falaz que, pone en desventaja a los pobres versus los ricos, a los nacidos en países desarrollados respecto de los subdesarrollados, a los nacidos en familias cultas versus los nacidos en entornos desposeídos, a las mujeres respecto de los varones y así de seguido.

Las divisiones y antagonismos presentes en la sociedad actual, nos inclinan a sostener la creencia que estos comportamientos son naturales y propios de nuestra especie. Sin embargo, hemos visto que la solidaridad se hace evidente y aflora en las conductas humanas en eventos tales como las catástrofes. Es allí donde los humanos, independientemente de sus credos, creencias, o bandos políticos o sociales se unen solidariamente para socorrer a los damnificados. Comportamientos de este tipo se han visto recientemente durante los devastadores incendios de Los Ángeles o en las inundaciones letales ocurridas en Valencia en el 2024 y Bahía Blanca (Argentina) en el 2025. Algo similar se puede observar durante las gestas deportivas, como ocurre en Brasil, o en Argentina durante competencias como las de la Copa Mundial de Futbol en el 2022.  En todos estos casos es factible observar la unión solidaria, aun entre sectores usualmente enfrentados, en pos de un logro común.

 

La continuidad de nuestra especie en el planeta está amenazada

Desde el inicio de la vida en la Tierra, hace unos 4500 millones de años, el 99,9% de las especies que poblaron nuestro planeta se han extinguido (69). La debacle originada por la crisis ambiental actual y la lucha feroz por el control de los mercados han disparado “La sexta extinción masiva del planeta”, generando una incógnita sobre el destino final y la supervivencia de nuestra especie.

Entonces ¿Podrá la humanidad eludir su extinción? Aunque carecemos de una respuesta clara a esta pregunta, sabemos que nuestros antepasados enfrentaron y superaron dificultades formidables cuando cruzaron del África a Europa durante la era de hielo; lo hicieron sin internet, sin motores, sin ruedas, sin aviones, ni armas sofisticadas, solo con su inteligencia y solidaridad. ¡Las mismas herramientas con las que contamos hoy!  Las superaron y pudieron sobrevivir... ¡No cabe duda que es posible! Son principalmente los jóvenes quienes tendrán la tremenda tarea de evitar el colapso de la humanidad. ¡Cuando inicien ese camino tendremos que apoyarlos! 

 

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TABLA 1

_____________________________________________________________________

País                CO2           Prod Bruto        Contribución     Índice de         Educación

                       Total          Interno                Industrial       Contaminación   (%  PBI)

                                       (x106) Ton    (x109) U$S          (x109) U$S        

                         (a)               (b)                       (c)                  (a)/(c)                    (d)

----------       --------------------------------------------------------------------------      -----------------

China                  12466          14616                5525                2,25                     3,57

Fed. Rusa             1943            1423                  423                4,60                     4,68

India                     2649            2672                  692                 3,83                      4,5              

Argentina               189              515                  114                 1,65                     4,72

Canadá                   564             1610                  388               1,45                     5,26

Brasil                      490            1760                  343                 1,43                     6,09

Estados Unidos     4752         19377                3391                 1,40                    4,91

México                   418            1153                  343                  1,22                    4,25

Sur Korea               627            1626                  529                  1,19                   4,46

Japón                    1085            4369                1267                  0,86                   3,08

Alemania               666             3464                  921                   0,72                   4,98

Noruega                   42               405                  109                  0,39                   7,64

Suecia                      39               538                  116                  0,33                   7,64

_________        ___________________________________________            ________

 Tabla 1: Índices de contaminación por CO2Los datos muestran los índices

de contaminación determinados según la relación (a/c) entre el total de CO2

producido por cada país (a) (en Toneladas de CO2) y la contribución industrial

en el producto bruto interno (c) (en U$S).

 

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